Si
tuviéramos que escoger entre los mejores escritores de relatos terroríficos y
de misterio, hasta el día de hoy, Edgar Allan Poe definitivamente seguiría
dentro del ranking. Y es que, a pesar de las nuevas tecnologías, los alcances
sensoriales de la industria cinematográfica y las innovaciones del mundo de la
literatura, el estadounidense aun logra colocarnos los pelos de punta cuando de
sus cuentos se trata.
Estados
Unidos, 1842. Aquí encontramos a Edgar Allan Poe construyendo la obra: El
Retrato Oval. Tras una infancia un tanto infortunada por el abandono de sus
padres, el autor, sumergido por el alcoholismo y las drogas, crea relatos que
nos llevan al mundo del misterio, el terror y la incertidumbre, siendo El
Retrato Oval una de sus creaciones más suaves.
Luego
de la muerte de su esposa y prima, Virginia en 1847, nuestro escalofriante
escritor termina por derrumbarse psicológicamente y comienza a subir la dosis
de sus vicios, creando así, imágenes tan crudas en su cabeza que las plasma en
sus cuentos.
El
retrato Oval, nos lleva a la edad media en donde el protagonista se encuentra
herido en medio de la nada acompañado por su criado. Juntos encuentran un
castillo aparentemente abandonado en donde deciden hospedarse por esa noche. El
aposento se encontraba exquisitamente decorado con diversas pinturas y tapices.
Nuestro
protagonista en medio de su delirio, ya recostado en su lecho, comienza a
admirar las piezas de arte que se encontraban a su alrededor, cuando la luz
proveniente del candelabro apunta a una pintura que lo deja perplejo. Esta
reflejaba a una joven de radiante cabello en un marco oval dorado, que solo
abarcaba la cabeza y los hombros.
Rápidamente,
hipnotizado por la extraña vividez de la pintura, decide indagar sobre el origen
de la obra en un libro hallado debajo de su almohada, en donde se encontraban
reseñas de las pinturas que estaban en las paredes del castillo.
Comienza
a leer la historia de la jovencita detrás del cuadro, haciendo un breve
retroceso en el tiempo. Una hermosa mujer, enamorada de un pintor, cual
traviesa como obediente, decide aceptar ser retratada por él. Éste cegado por
su belleza, comienza a pintarla trazo por trazo, dejando a la joven inmóvil
para la perfecta creación de la obra.
Finalmente,
el pintor termina de retratar a su amada y grita “¡Ciertamente ésta es la vida
misma!” al momento que dirige su mirada a la joven, quien se encontraba muerta.
Definitivamente,
Edgar Allan Poe, nos deja un final abierto para sacar nuestras propias
conclusiones. ¿Qué estaba viendo realmente el delirante herido en esa pintura?
¿una mujer viva dentro de un cuadro? el apasionado por el arte, había quitado
la vida de la joven y la había trasladado a la pintura. Como si la hubiera
llevado a otra dimensión a través de sus trazos.
En el
miedo, hay arte y en lo cotidiano hay ficción. Claramente, Edgar Allan Poe,
sabe sacar de tanta belleza y romanticismo, un pasado oscuro y terrorífico. En
medio del delirio, nacen las mejores obras.
¿Buscas
cuentos para antes de dormir? Pues Edgar Allan Poe no es lo que estas buscando.